Completó dos jornadas sobre tierra como preparación previa al Rallye de Portugal, primera cita de la WRC Academy. El ruso Koryakin y el australiano Reeves también probaron dos unidades del Ford Fiesta R2 propiedad de RMC
El cielo amaneció cubierto en una finca toledana de idílicos parajes bañados por el Tajo en la que se esconden una amplia extensión de caminos de tierra semejantes a esos en los que los flying finns daban sus primeros volantazos de críos antes de alcanzar la gloria en los rasantes del Mil Lagos, como siempre ha rezado la leyenda. Y es que esta bella hacienda, además de servir como destino para una escapada en pareja, es ideal también para practicar eso del truco nórdico o aprender a frenar con el pie izquierdo -de hecho la versión madrileña de la escuela Rally Center se lleva a cabo en estos parajes-, y también para que un piloto veinteañero que esta temporada dará el salto al Mundial se ponga a tono antes de su primer gran reto en tierras lusitanas con el Ford Fiesta R2, la máquina que deberá servirle para medirse en igualdad de condiciones con los mejores jóvenes de Europa, un destacamento de promesas que, como él, quieren abrirse camino en la categoría reina de los rallyes.
José Antonio Suárez salió del hotel con el traje de faena, aún algo adormilado, pero deseando subirse a su máquina, decorada por cierto en perfecta consonancia a su edad. Junto a ella permanecían otras dos unidades del Fiesta R2 preparadas en los talleres de RMC que harían rodar dos de los pilotos con los que el asturiano se verá las caras esta temporada en los tramos del Mundial: el australiano Brendan Reeves, uno de los que parten con clichés de favorito, y el ruso Sergey Koryakin.
Una vez finalizados los reconocimientos de los dos circuitos que conformaban el programa de test, Óscar Sánchez dio la señal de aviso y los motores comenzaron a rugir por la finca toledana en medio de tan idílico marco. Por la mañana los pilotos afrontaron un tramo de dos kilómetros de arena fina, con rápidas enlazadas y zonas lentas combinadas con varios cruces y algunas rectas. Suárez comenzó enseguida a buscar los límites, los suyos y los del coche. Estaba deseando subirse al Fiesta, demostrar a los dos rivales presentes -en especial al australiano, que, como él, viene de pilotar en tierra con un tracción total- que pese a su juventud irá a por todas, sin complejos. Y en efecto el praviano -al margen de un pequeño problema en los frenos como el que tuvo en el Rallye España-Cataluña que enseguida se solucionó- fue marcando los mejores tiempos de acuerdo con las referencias cogidas por los presentes.
Después del parón a la hora de comer los coches pasaron a rodar sobre una especial más estrecha, de arena compacta, que sirvió a Suárez para probar la resistencia de los neumáticos y los diferentes reglajes de suspensiones, bien asesorado por Roberto Méndez, aunque tan solo pueden jugar con la presión de la botella de hidráulico. José Antonio se fue encontrando cada vez más cómodo con el manejo del vehículo, quiso probarlo de nuevo en el otro circuito para cerciorarse de que todo estaba correcto, y acabó la jornada visiblemente satisfecho, con ganas ya de escuchar la cuenta atrás a la salida de un tramo cronometrado.
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